Relatos de Ficción

20181122

Relatos de Ficción XI

Quizás el Caribe ya sabía lo que sucedería entre ellos dos, pero ninguno de ellos inició la jornada conciente de lo que podría suceder.

El día fue un aluvión de experiencias emocionantes, desde tomar el transporte público lleno de personajes cada uno más pintoresco que el otro, hasta buscar posada en el suelo de un edificio en construcción, todo esto enmarcado en un Caribe rebozante de luz y colores, siempre al servicio de las almas que estan destinadas a juntarse.

Todo fue muy natural, tan natural que no levantó sospechas. Si para la mañana eran dos extraños emprendiendo un viaje juntos, para el almuerzo podían hacerse pasar como la mas antiguas de las amistades. Y para la tarde las miradas se empezaron a cruzar más de lo normal y durar mas tiempo del que dos recién conocidos suelen durar mirándose. Aún asi, por sus mentes no hubo ningún atisbo de sorpresa, y la noche se abrió paso entre ellos complice con su frescura, que los invitó a acercarse cada vez más.

Con su sabiduría, el Caribe les brindo el escenario para lo ineludible: la brisa de la noche estrellada se llenó con un ritmo tan propio como adecuado para sus planes de tomar a dos extraños y deshacer esa condición entre ellos.

Ella tomó la mano de su acompañante mientras le invitaba a tomar su cintura para una lección de baile improvisada. Con una soltura poco característica en él, los pasos que por momentos fueron tímidos se convirtieron en un mensaje corporal ineludible. Risas, tropiezos y un palpitar creciente fueron reduciendo la distancia entre ambos hasta que sintieron el calor de sus cuerpos y se miraron el uno al otro, solos en esa calle solitaria entre el pueblo y el infinito mar.

La eternidad que pareció transcurrir desde que elazaron sus miradas hasta que unieron sus labios fue la espera mas dulce que jamás hubiesen podido concebir en sus mentes; fue el preámbulo perfecto para el inicio de un final feliz.