Relatos de Ficción

20080926

Relatos de Ficción VIII

- Me gustas.
- ¡Pero muchacho tonto! ¿Qué dices?
- ¿Por qué?
- Eso de que te gusto es algo fuera de contexto.
- Pero es así. Es que me gustas mucho.
- Mira. No me puedes tomar de la mano y decir semejante cosa.
- ¿Pero a qué se debe lo bárbaro del asunto?
- Porque hoy en día a un chico no le gusta una chica.
- Pero si tú me gustas.
- No. Podrías decirme “oye, eres atractiva”
- ¿Bueno, eso es tácito no crees?
- No necesariamente
- Insisto. Me gustas.
- Eres un necio. Dime que te parezco interesante, o que te enciendo. Di que me quieres, o ve a los extremos y declárame amor irrefutable y sin condiciones, aunque te rechace. Incluso que quieres llevarme a la cama, pero eso de que te gusto me resulta ofensivo.
- ¿Eres extraña sabías? Es quizás por eso que me gustas tanto.
- No abuses.
- Es que todavía no le encuentro lo ofensivo.
- Me ofenden los medios tintes. O me quieres tocar o me quieres amar. Pero eso de que te gusto solo significa que no sabes lo que quieres.
- Lo siento, nunca lo vi de esa manera. Creo que estas en lo cierto. Aunque te quiero
- Lo dices muy tarde
- Y ciertamente quiero llevarte a la cama.
- Es muy pronto.
- Lo que hacen las palabras a destiempo.
- A veces es mejor no decirlas.
- No creo que sea el primero que te lo diga.
- No lo eres, pero si al primero que sigo besando después de tremenda imprudencia.
- ¿En serio?
- Si. Debe ser que me gustas mucho.

20080620

Relatos de Ficción VII

Esta relato de ficción fue real, pero no deja de ser ficción. Fue sencillo. Fue un dulce sueño.

Siempre tuve como beso perfecto aquel que ocurrió en una fría mañana, con sus manos temblorosas sujetas por mis manos temblorosas. Varios labios muy reales me encargaron de, con sus particulares dulzuras, comprobar esta realidad, que hoy se derrumba con el mas imaginario y perfecto de los besos.

¿La protagonista? Mientras más pienso que es lo de menos, más creo que es la gran autora (imaginaria) de todo esto. Es que esos labios los conozco a la perfección de las cientas de veces que los he visto con la cortés atención de un buen oyente, y entre nos, de las muy ocasionales veces que los he llegado a anhelar. Pero para el concepto más global de este beso perfecto, quedará en un plano secundario.

El sueño fue simple: Estudiabamos algo, cuando la vi allí, concentrada y con una lozanía que contrastaba con su caracter inflanqueable. Pensé "Es ahora o nunca" y con una determinación admirable me lancé en busca de sus labios. ¡Oh dulce sensación! una suavidad adorable indicaba que mi atrevimiento valía la pena, pero no fue jamás comparable con la gratificante sensación que experimente cuando al intentar separarme, sentí como mi encantadora y besada compañera se resistía a abandonar la faena. Prolongar el infinito placer de sentirle plenó mi dormido corazón, hinchó el alma y permitio a mi mente recordar cada detalle, cada caricia que en medio del interminable beso compartimos con la afable tranquilidad de aquel que calma una sed de mil años.

Cesamos solo por el instante necesario para ver nuestras caras y con sendas miradas confirmar que el camino era el correcto, que debiamos continuar sin importar el desenlace, que era el momento y no el futuro o el pasado el que marcaba nuestro querer; cualquier historia carecia de importancia ante ese evento, y nuestros alientos cargados de deseo nublaron cualquier sentido del tiempo para dotar al reino de las sensaciones de un dominio pleno de nuestros cuerpos.

Retomamos nuestro beso como si se tratara de un par de amantes con años de historias, amores y encuentros. La pasión sin duda alguna se hacia presente pero de la manera más sutil, ataviada de blanco en vez de su usual rojo; un traje de gala para tan grandioso evento. Y el amor... ¿Se haría presente? Quizás era tácito o nunca rondo esos lugares. Quizas nunca lo percibí por ser solo un sueño, o por que mi corazón estaba más ocupado en no estallar de la felicidad. Porque felicidad si hubo, en todas y cada una de las sensaciones, aupando a mi mente a recordar, ordenado a mi alma a iluminarse.

Cada movimiento, cada acción era sagazmente planeada, a pesar de lo improvisado que resultaba todo esto. Ella correspondía a cada lance como si fueramos dos bailarines. Alguna veces ella dirigía el baile, otras yo retomaba el control y así disfrutamos de ese juego. Lo que siguió poco lo recuerdo, ella partió a buscar a alguien para decirle lo que habia sucedido mientras yo quedaba sentado pensando en lo que había sucedido y en lo que vendría cuando ella regresara.

Justo en esa espera sucedio lo inevitable: desperté. Odie todo cuanto me rodeabla en ese momento, hasta tomar conciencia que una nueva jornada esperaba por mi y de que un nuevo referente quedaría marcado para ser algún dia vivido.

20080427

Relatos de Ficción VI

Muchas veces se había repetido la misma escena en sus mentes, durante aquellas conversas de eternas madrugadas, que usualmente empezaban con un gin tonic y terminaban con un café con leche y el respectivo resumen deportivo del domingo en la mañana. Él soñaba con la misma canción en el mismo lugar, la misma noche estrellada amenazando con caer sobre el plácido mar cuyo murmullo y frescor alentaba ese anhelado baile. La protagonista de este dulce sueño cambiaba con la estación: unas veces era aquella rubia que significaba su primer tormento, otras la trigueña que figuraba como su primer amor. Otras la chica que puntualmente tomaba su café a las ocho de la mañana cada martes, miércoles y jueves frente al parque que se divisaba por la ventana de su dormitorio, y así sucesivamente hasta completar una larga y ridícula lista.

Su compañera de conversa le escuchaba con la misma sonrisa burlona en la comisura de sus labios. Para sí solo imaginaba la llamada que sucedería el glorioso evento, en la que cada detalle le sería revelado y la sonrisa a medias se vería completada. Usualmente aportaba algo nuevo, o cambiaba los minuciosos detalles que de tanto repasar aprendieron de memoria.

Casi siempre coincidían: él debería llevar a la respectiva dama a cenar en aquel acogedor lugar que a pesar de los años seguía en pie al lado del muelle. Luego un paseo por la playa hasta llegar al auto estratégicamente estacionado entre la playa y el infinito, justo donde la brisa jugaba imperiosamente, auspiciando el acercamiento. Y empezaría a sonar aquella canción que docenas de suspiros arrancaba sin remordimiento en él. La perfecta banda sonora para un beso anunciado, según ellos pensaban. ¿Qué sucedería después? Poco importaba, pero la perfección de ese momento obsesionaba a este par de compañeros.

Ella pensaba que él debía tomar a la chica por la cintura; el pensaba en tomarle una mano mientras con la otra sostendría afablemente su rostro, transmitiendo todo aquello que con palabras resultaría imposible en ese momento. Ella pensaba que él debía besar a la chica justo después del tercer verso; el pensaba hacerlo mientras sonaba el estribillo final. Ella apostaba por un fugaz robo, el por un inevitable y tácito consenso. Cuando ella sugería a la trigueña, él estaba pensando justo en la rubia. Fogosas batallas se generaban en las obscuras madrugadas iluminadas por el tenue resplandor de algún clásico que se mostraba atento en la pantalla del televisor. Risas y golpes podían llover por doquier, hasta que les sorprendía el amanecer o el cansancio, el que ganara la carrera.

Hasta que llegó el momento en el día menos esperado. No fue la rubia, ni la trigueña. No fue la chica del café, ni la vecina de tantos años. Fue ella, la misma que atenta escucho por mucho tiempo el plan para un instante perfecto. Todo sucedió tal y como se estimó, tras la cena el viento, tras el estribillo, el beso.

Solo que, a la mañana siguiente, fue él quien despertaba tras una llamada anunciada. Hermosos detalles esperaba con anhelo y la sonrisa finalmente fue completada.

20080420

Relatos de Ficción V

Nunca antes su cuello había parecido tan largo, y sin embargo seguía conociéndole poro a poro. El tiempo se sentía burlado ante la osadía nuestra de ignorar todo lo transcurrido desde aquel último beso, intrascendente para el momento, ancla de un imposible para la eternidad. Solo el magnifico sello impuesto por nuestros labios daba fin a una sequía de desaciertos. Búsquedas infructuosas, miradas confusas y promesas falsas llenaban el prontuario. Seguíamos prófugos de un destino de temple tan infranqueable como azaroso. Esta vez la moneda ordenaba la unión de algo más que nuestros cuerpos pero quizás en la mañana, al buscar de nuevo el cálido latido entre tus firmes pechos me vería de nuevo con la cara sumergida entre sábanas, en busca del mínimo vestigio de tu aroma único. La moneda sería lanzada de nuevo.

Fue entonces cuando nuestras mentes fueron atravesadas por una misma idea, un temor en común que si bien antes había embargado nuestras vidas, nunca antes había calado tan profundo en el alma. Abusar de la suerte parecía ser nuestra firma, pero justo en ese instante un beso se convirtió en mirada, y el definitivo adiós que ingenuamente había plantado el destino en un futuro no muy lejano vio como entre sonrisas y abrazos complacientes se rompía ese libreto de mil tachaduras, obligándole a retroceder cabizbajo.

Y la moneda fue lanzada de nuevo ¿Acaso importó?