Relatos de Ficción

20080427

Relatos de Ficción VI

Muchas veces se había repetido la misma escena en sus mentes, durante aquellas conversas de eternas madrugadas, que usualmente empezaban con un gin tonic y terminaban con un café con leche y el respectivo resumen deportivo del domingo en la mañana. Él soñaba con la misma canción en el mismo lugar, la misma noche estrellada amenazando con caer sobre el plácido mar cuyo murmullo y frescor alentaba ese anhelado baile. La protagonista de este dulce sueño cambiaba con la estación: unas veces era aquella rubia que significaba su primer tormento, otras la trigueña que figuraba como su primer amor. Otras la chica que puntualmente tomaba su café a las ocho de la mañana cada martes, miércoles y jueves frente al parque que se divisaba por la ventana de su dormitorio, y así sucesivamente hasta completar una larga y ridícula lista.

Su compañera de conversa le escuchaba con la misma sonrisa burlona en la comisura de sus labios. Para sí solo imaginaba la llamada que sucedería el glorioso evento, en la que cada detalle le sería revelado y la sonrisa a medias se vería completada. Usualmente aportaba algo nuevo, o cambiaba los minuciosos detalles que de tanto repasar aprendieron de memoria.

Casi siempre coincidían: él debería llevar a la respectiva dama a cenar en aquel acogedor lugar que a pesar de los años seguía en pie al lado del muelle. Luego un paseo por la playa hasta llegar al auto estratégicamente estacionado entre la playa y el infinito, justo donde la brisa jugaba imperiosamente, auspiciando el acercamiento. Y empezaría a sonar aquella canción que docenas de suspiros arrancaba sin remordimiento en él. La perfecta banda sonora para un beso anunciado, según ellos pensaban. ¿Qué sucedería después? Poco importaba, pero la perfección de ese momento obsesionaba a este par de compañeros.

Ella pensaba que él debía tomar a la chica por la cintura; el pensaba en tomarle una mano mientras con la otra sostendría afablemente su rostro, transmitiendo todo aquello que con palabras resultaría imposible en ese momento. Ella pensaba que él debía besar a la chica justo después del tercer verso; el pensaba hacerlo mientras sonaba el estribillo final. Ella apostaba por un fugaz robo, el por un inevitable y tácito consenso. Cuando ella sugería a la trigueña, él estaba pensando justo en la rubia. Fogosas batallas se generaban en las obscuras madrugadas iluminadas por el tenue resplandor de algún clásico que se mostraba atento en la pantalla del televisor. Risas y golpes podían llover por doquier, hasta que les sorprendía el amanecer o el cansancio, el que ganara la carrera.

Hasta que llegó el momento en el día menos esperado. No fue la rubia, ni la trigueña. No fue la chica del café, ni la vecina de tantos años. Fue ella, la misma que atenta escucho por mucho tiempo el plan para un instante perfecto. Todo sucedió tal y como se estimó, tras la cena el viento, tras el estribillo, el beso.

Solo que, a la mañana siguiente, fue él quien despertaba tras una llamada anunciada. Hermosos detalles esperaba con anhelo y la sonrisa finalmente fue completada.

3 comentarios:

Mariws dijo...

wah que lindo T_T suele pasar...^^
deberia escribir las cosas q pasan fugazmente por mi cabeza, o conseguirme una grabadora jeje ya se que regalarteeee!!

i love u!

Mariws dijo...

y no, no es una grabadora XD

Mariws dijo...

SPAAAAAAAAAM!!!!!!!:

Te quieroooooooooooo!!!!